LA NIÑA CREATIVA
Me encanta jugar y me encantan las sorpresas. Conforme han ido pasando los años me he reforzado en estas dos características que considero muy mías, y que, ahora, soy consciente de que pertenecen inherentemente al espíritu del artista, y a todos los que quieran desarrollar su creatividad.
Todos somos seres creativos y, como tales, esa parte creativa la vemos representada en un niño interior. Mi niña, y el niño de todos, quiere jugar, y quiere sorprenderse. Aceptar esos conceptos y darle la fuerza y la voz suficientes han conseguido que pueda desarrollar mi faceta como artista, como escritora, y aún hay mucho camino por recorrer.
Pensemos en nuestro cerebro como una pareja compuesta por un adulto y un niño. El adulto, es nuestro hemisferio izquierdo, el del análisis, la lógica, los hechos, la practicidad; todas esas características son las que asignamos a los adultos, parece que es lo que debemos ser, los que nos pertenece por derecho en cuanto sumamos una edad relativa.
Para mi desdicha de zurda orgullosa, el hemisferio que se encarga de dar impulso a nuestra creatividad es el derecho. El niño. Y aquí se aloja la imaginación, la creatividad, el arte, la intuición. Podríamos someter a debate si la intuición pertenece al cerebro o no, yo tengo mis dudas razonables. Pero lo importante aquí es que poseemos tanto como medio cerebro dedicado a todas estas facetas, que no hacemos más que ignorar de forma sistemática una vez que llegamos a esa edad adulta. Porque nos encanta llenarnos la boca cuando gritamos a los cuatro vientos lo adultos que somos.
Deberíamos poner bajo una lupa este orgullo de adulto. Si la mitad, ni más ni menos, que de nuestro cerebro está dedicada a los que nuestro niño interior quiere, ¿por qué la negamos? ¿Por qué nos creemos los cuentos de la lógica, cuando esa misma lógica nos dice que hay toda una parte nuestra creativa, inherente a nosotros, que está preparada, esperando a que la desarrollemos?
Porque hemos asociado que ser niño es malo. Ser niño es una etapa por la que hay que pasar para llegar a adultos, que es lo “bueno”, la mayor fase de nuestras vidas. Parece que ser niño sea como pasar un virus, un sarampión o una varicela, que aceptamos porque alguna vez todos tenemos que sufrirlo en algún momento, y a otra cosa. Yo pasé la varicela con 33 años, hasta en eso fui a contracorriente.
Tal vez, podríamos dejar espacio a la creatividad, solo por probar, y darle a nuestro niño interior un espacio de juego. Sencillamente por ver qué ocurre. Aviso, hacer esto es abrir la caja de Pandora, de ahí saldrán muchísimas cosas y, peor aún, es una caja que después no quieres volver a cerrar.
Cuando nos duchamos, fregamos los platos, caminamos por la calle, conducimos, nuestro hemisferio izquierdo se queda en segundo plano. Vamos en piloto automático. Es cuando nuestra parte creativa se frota las manos y produce la magia. ¿Cuántas veces se nos han ocurrido ideas en esos momentos? Y no hace falta que sean ideas brillantes de las que cambian vidas (que también), sino cualquier idea que, de pronto ha surgido como de la nada.
Imaginaos empezar a alimentar esa parte de nosotros, con pequeños placeres, caprichos, dándole cada vez más espacio, jugando, sorprendiéndonos, aceptando con total consciencia que nuestra creatividad es tan parte de nosotros como nuestra lógica. Los resultados son apabullantes. Os lo digo por experiencia. Porque la creatividad llama a más creatividad, la aceptación invita a recorrer un camino más amplio y abrir las perspectivas en el horizonte, y ese horizonte es vasto y luminoso.
No hace falta hacer un salto al vacío, aunque, como artistas, lo hacemos cada día. Lo nuestro son los saltos de fe, el arte en sí es un acto de fe, como diría Julia Cameron en El camino del artista. Tan solo hay que empezar con pequeños gestos como ver un amanecer, plantar unas flores en una maceta, escuchar una canción del pasado que te encantaba y tenías olvidada, oler un bizcocho recién hecho…dale a tu niño interior lo que te pide y, a cambio, te ofrecerá algo mucho mayor: una nueva perspectiva.
Me encanta ser niña, me hace feliz.